Los padres tienen el derecho de elegir libremente las escuelas u otros medios necesarios para educar a sus hijos según sus conciencias. Carta de los derechos de la familia, del Pontificio Consejo para la Familia,5 (22-X-1983)

jueves, 29 de enero de 2009

La llamita encendida del Homeschooling

Que Dios nos ayude a que prenda.

Os traigo aquí otro artículo muy interesante del profesor Pérez Adán, de la Universidad de Valencia (estamos a día de hoy viendo cómo la Sentencia del Tribunal Supremo de 28 de enero -Santo Tomás de Aquino-, fallando en contra de los objetores a la EpC, está trayendo frutos de concienciación, de verdad).


El Estado no tiene el deber de educar, por José Pérez Adán

Una noticia de prensa que añado abajo sugiere que el siguiente paso del movimiento cívico en defensa de la libertad y la pluralidad y contra el totalitarismo educativo gubernamental tras el fallo adverso del tribunal supremo sobre el derecho a la objeción es la insumisión. Ya era hora de que se hablase del tema abiertamente.
Algunos venimos defendiendo esta postura desde hace años (véase mis contribuciones: Manifiesto Anticonservador, Rebeldías y Repensar la familia). Al hablar de insumisión estamos hablando de asuntos mayores. La insumisión general y colectiva no es una aplicación de paños calientes ante una emergencia menor. Es, por el contrario, una iniciativa de la que necesariamente debe participar la jerarquía de la Iglesia en España pues lo que estamos ventilando no son los contenidos de una asignatura (hoy puede ser Educación para la ciudadanía, mañana otra) sino toda una filosofía educativa. A mi juicio el asunto de la insumisión no debe verse como la única opción que deja abierta el ansia controlista del estado, sino como un arma omnicomprensiva cuyo uso es necesario para asegurar la libertad: la libertad de la Iglesia en España y la libertad de los cristianos.

Contemplamos un panorama de apuesta de máximos en el que parece conveniente la salida de la Iglesia del estado con todas sus consecuencias. Esto es y para el caso que nos ocupa: sacar todo el sistema educativo católico del control y dirigismo estatal. Ello es no solo deseable sino que es también posible. Tres son los ejes sobre los que se puede cimentar este giro copernicano, que a mi juicio ha de hacerse de arriba abajo: desde la universidad hasta la escuela primaria. Las universidades no gubernamentales están en una situación de más libertad que las escuelas y en nuestro país tenemos las suficientes como para para que la puesta en marcha de un sistema educativo paralelo al gubernamental y libre sea factible. Las universidades existentes pueden homologar mediante reválidas de ingreso a las escuelas y colegios que envían allí a sus alumnos y estas, a su vez, pueden hacer los mismo con los centros de educación primaria. Aquí no se dejará al estado ningún poder ejecutivo (puede ser solo orientativo) sobre contenidos y asignaturas.

Se dirá que el problema es económico: que si el estado no paga esto no es posible. Falso. El estado no paga las universidades no gubernamentales y estas funcionan. Hay, por otro lado, experiencias muy interesantes sobre educación basada en la gratuidad que hacen posibles las nuevas tecnologías (la trayectoria de ULIA, la Universidad Libre Internacional de las Américas es clarificadora al respecto). Y luego está el fenómeno de la educación en casa, el homescholling, que puede generalizarse institucionalmente a través de centros asistenciales o lúdicos católicos (parroquias, clubs de bachilleres, etc.). El recurso con el que se cuenta para este cambio de 180º en nuestra filosofía educativa es inagotable y está a la mano: la solidaridad y el compromiso.

Algunos nostálgicos pueden apiadarse del estado diciendo: “no todo está perdido, ganemos las próximas elecciones y solucionaremos todo esto”. ¿Alguien se cree de verdad esta posibilidad? ¿No se ha convertido el estado en sí mismo en una estructura de pecado? No, no exagero. Pongamos calificativos y lo entenderemos mejor: ¿no es el estado abortista una injusticia?, ¿no es el estado que subvenciona la maldad (léase la experimentación con humanos en estado embrionario, el comercio de armas, o la ayuda a regímenes políticamente antihumanos) inmoral?, ¿no es el estado que diseña familias una temeridad? Afortunadamente como ya muchos se están dando cuenta, nuestro problema, el problema de la cada vez mayor ausencia de libertad, no se debe a una situación coyuntural sino estructural. Vayámonos de una vez. Dejemos a los totalitaristas experimentando con sus hijos pero liberemos a los nuestros de la manipulación obligatoria.

Irnos del sistema educativo gubernamental. Este es el reto. Un reto que no es político sino moral. Bien sé que la misión de la Iglesia, es decir de los cristianos como tales, no es reformar el estado, pero forma parte de su misión profética proteger las libertades y la libertad que son el patrimonio divino que tenemos los humanos.

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