Todos dicen que la enseñanza pública está perdida, está postrada. Bien, si es así, no hay que resignarse a eso: enseñanza significa niños y jóvenes.Y si no tenemos para pagar maestros, no pasa nada, Dios provee. Educar en casa es principalmente educar en familia, y aprendemos con los hijos.
¿Qué hay que hacer? Conseguir la libertad de la enseñanza; una libertad controlada y dirigida, desde luego. Eso es imposible: los estados modernos han oficializado la enseñanza, todos o casi todos, y tienden a oficializarla más y más. Eso no lo van a soltar voluntariamente, ténganlo por seguro.
Entonces, ¿qué se puede hacer para conseguir la libertad de la enseñanza? Pues tomársela: enseñar libremente y aprender libremente. ¿Cómo? Comiendo. El que sepa algo que lo enseñe libremente, gratuitamente si tiene rentas; si no tiene rentas, cobrando estrictamente lo que necesita para comer. El que quiere aprender algo, que busque maestro que lo sepa, oficial o no oficial, y que estudie, pagando o no pagando.
Pero eso es muy incómodo, y además significa hacernos pagar dos veces la educación de nuestros hijos, una al Estado por medio de impuestos, otra al maestro particular... Así es; pero ¿qué puedo hacer yo? De esta manera quizá lentamente se pueda edificar una enseñanza buena en la Argentina: lentamente y con muchos sacrificios.
Por suerte todavía hay gente en la Argentina que cuando oye la palabra sacrificio, se siente como «el palafrén cuando oye la voz del clarín», como dice Job.
P. Leonardo Castellani, San Agustín y nosotros, Ediciones Jauja, Argentina, p.250, citado en su página web por D. Manuel M. Domenech, un viejo profesor defensor de la educación en casa
Los padres tienen el derecho de elegir libremente las escuelas u otros medios necesarios para educar a sus hijos según sus conciencias. Carta de los derechos de la familia, del Pontificio Consejo para la Familia,5 (22-X-1983)
martes, 27 de abril de 2010
Lo que dice Castellani, eso hacemos
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